De la escuela mixta, a la educación no sexista.

La escuela mixta no ha conseguido la igualdad en la educación de hombres y mujeres. Si se sigue considerando válido el término «coeducación», hay que entender que ésta no ha sido aún alcanzada. Niños y niñas se educan en los mismos centros, sin embargo, el modelo pedagógico, dominante tiene un carácter androcéntrico: este ha sido construido teniendo en cuenta únicamente las necesidades culturales dominantes en la actividad pública y concede una atención diversa a hombres y a mujeres; es decir, parte de las pautas están atribuidas a un sólo género, aunque permita acceder a ellas también a las niñas. 
Para alcanzar una enseñanza realmente coeducativa hay que partir de la integración de los modelos genéricos (facilitar el acceso de las chicas a las profesiones que siguen siendo masculinas) y hay que reforzar su seguridad en ellas mismas para que se sientan capaces de desempeñar un mayor papel en el ámbito público. Al mismo tiempo, es necesario introducir en el currículum escolar un conjunto de saberes que han estado ausentes de ellos, así como una mayor valoración de las actitudes y capacidades devaluadas hasta ahora, que deberán ser convertidas en conductas a proponer tanto para las niñas como para los niños.


¿Es posible este cambio en la educación?

 La situación de desigualdad social entre hombres y mujeres ha generado estereotipos discriminatorios en todos los ámbitos de las relaciones sociales. La escuela, debe participar activamente en la construcción de unas relaciones humanas más igualitarias, como trata de hacerlo en otras situaciones discriminatorias. 
Muchos docentes se plantean nuevas formas de actuación en este sentido e intentan hacer frente al objetivo de una escuela realmente coeducativa.

Las características de una escuela coeducativa no pueden ser definidas mediante objetivos fijos, ya que al tratarse de transformaciones profundas de las formas culturales, suelen producirse cambios de orientación en el propio proceso de transformación, lo que supone tener presentes tanto las acciones para seguir avanzando, como las resistencias que todo cambio genera. Aún así, es posible señalar una serie de objetivos de cambio orientativos a la consecución de un sistema educativo en el que niños y niñas sean tratados con igual atención y les sea concedido el mismo protagonismo.

 Algunas formas de sexismo están tan arraigadas e interiorizadas en la cultura actual que no llegan a percibirse como tales. En este sentido, una de las vías más adecuadas e interesantes que se proponen en el marco de la escuela, es la de llevar a cabo procesos de investigación y acción en el aula, realizados por los docentes, los cuales, detectarán y corregirán las formas de actuación no igualitaria.

La educación es incapaz de erradicar por completo la desigualdad entre hombres y mujeres, sin embargo, esta es un buen instrumento para ir reduciéndola poco a poco. La educación no garantiza la igualdad trabajo, sin embargo es una condición indispensable para conseguirla, lo que supondría la eliminación a medio/largo plazo de todos los rasgos sexistas de la sociedad.

Marina Subirats. (1994). Conquistar la igualdad: la coeducación hoy. Revista Iberoamericana de Educación, vol. 06, 11-12.



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